sábado, 26 de junio de 2010

CAZADOR: Capítulo I

Diario de un rodaje: Olesa (capítulo II)

Cerré los ojos con tanta fuerza que aparecieron patas de gallo para hacer caldo a todo un regimiento. Hice un esfuerzo mental. Y entonces lo entendí. Lo vi claro. Diáfano. Nuestro Protagonista iba de estupefacientes hasta el culo. Descarté que se hubiera vuelto loco porque para eso hay que estar cuerdo y nuestro Protagonista vive afincado en la estrecha línea que separa ambos términos. Pero estaba claro que teníamos un jodido problema. Ni cocina, ni lavabo, ni dormitorio… ni Protagonista.

- ¿Quién te has creído que eres para despertarme un domingo a estas horas y decirme que os venga a buscar a una cafetería? Badmilk, badmilk… yo también tengo badmilk – me dijo casi gritando mientras el nudo de mi estómago crecía por momentos.

- Ulises, ¿estás bien? – me sorprendí a mi mismo haciendo esta pregunta tan idiota. Era evidente que nuestro Protagonista había perdido el juicio. He visto documentales donde explican que las drogas de diseño te atacan al cerebro muy deprisa; un buen día eres cantante y artista, y al día siguiente un cubano loco.

JA JA JA… JA JA JA… (aquí iría una risa demasiado larga para mi sistema nervioso) - El que hubiera sido nuestro Protagonista emitió una risotada diabólica. O estaba loco o estaba poseído por el diablo. O ambas cosas. El cortometraje a tomar por culo. ¿O no?. Escuché el ruido de fondo. La jodida cafetería. Estaba con ellos. Hijo de la gran puta. Estaba con ellos. Con el equipo. Que cabrón. Tuve una reacción química en mi cuerpo difícil de explicar para alguien que no ha hecho el COU. Me lo había tragado. Me había desayunado su extraordinaria interpretación. Estaba a punto de vomitar…

- ¿Dónde estás? – me preguntó con su tono de voz más zalamero.

- Quiero matarte, cabrón. Me has dado un susto de muerte – le dije tratando de recuperar algo de riego sanguíneo. Estoy en la calle Roser o algo así – le contesté mientras pensaba que un capullo como yo no podría haberse perdido en un lugar mejor.

- Vas en dirección contraria, cariño. Da la vuelta y ven para aquí. Te estamos esperando – su tono volvía a ser el habitual en él. Dulce. Mi ansia de sangre era sólo equiparable a la de Drácula.

Recuperé el pulso. Respiré hondo. Arranqué el coche y di la vuelta. Aparqué y llegué a la cafetería cinco minutos después. La cara de complicidad de los miembros del equipo que no estaban dormidos era insultante. Vero seguía durmiendo sobre un café con leche. Nuestro Protagonista estaba con una sonrisa de oreja a oreja. Nos dimos dos besos. Y mientras me tomaba un café tuve el convencimiento místico que esa jodida mañana todo iba a salir de puta madre.

Uno de tantos descansos...



Diario de un rodaje: Olesa (capítulo I)

Suena el despertador a las siete y media. Es domingo. Genial. Mientras mi Bruja se pone guapa yo repaso la lista de atrezzo; luego me visto con ropa que huele a perro para no despertar deseos sexuales hacia mi persona. Soy un humanista. Dentro de una hora aparecerá Toni: el hacedor de pollas. Siempre llega el primero. Toni es tan puntual que cuando llega con un minuto de retraso ya puedes ir llamando a todos los hospitales de Barcelona. Me tomo un tazón de cereales.

Entre las ocho y media y las nueve menos cinco estamos todos metidos en dos coches. No es que seamos pocos, de hecho somos diez, sino que nos gusta ir apretados. Así se crean vínculos emocionales más fuertes. Mientras salimos de Barcelona por la Diagonal despertamos a nuestro Protagonista para que nos vaya a buscar al Ayuntamiento de Abrera. Hoy rodamos en su casa y no nos ha hecho ningún mapa.

Yo conduzco uno de los dos vehículos. Sufro un poco. Voy siguiendo a mi amigo Ingeniero y puedo oír sus ronquidos con las ventanillas de mi coche subidas. Estos madrugones nos están matando. Si alguien lo duda que se lo pregunte a Vero. Vero es nuestra Estilista. Pero lo importante es aprovechar bien el día. No es fácil quedar con todos y cada minuto es muy valioso. Menos mal que de momento no tenemos prevista ninguna trilogía…

Llegamos al Ayuntamiento de Abrera sin más novedad. Llamo a nuestro Protagonista y se sorprende de nuestra rapidez. Nos aconseja tomar un café mientras llega. Cinco minutos, me dice. Serán diez, pienso. Todo el equipo se dirige a la cafetería indicada menos mi amigo Ingeniero y yo, que tenemos que aparcar los coches, cada uno el suyo. Mientras busco aparcamiento me hago la picha un lío por las calles de Abrera y me alejo peligrosamente del centro de reunión cafetera. Mi móvil suena, así que busco donde detenerme. Es el Protagonista.

- ¿Qué pasa, Ulises? – pregunto educadamente al ser domingo.

- Pues pasa que no vais a rodar en mi casa, que estoy hasta los huevos y se acabó ¿me entiendes? Se acabo – responde Ulises muy enfadado mientras mi cerebro se paraliza durante unos segundos.

- ¿Ulises? – pregunto con la esperanza de haber percibido las palabras mal ordenadas por culpa de Vodafone.

- Sí, sí, Ulises. Soy yo. Y estoy hasta los cojones. Que te has creído, rodar en mi cocina. Y en mi casa. Y despertarme a estas horas. Estoy harto, ¿me oyes? – independientemente del mensaje, su tono de voz era ofensivo.

Poder sobrenatural

Diario de un rodaje: La localización (Capítulo II)

Sin comerlo ni beberlo, estábamos andando por las tranquilas y frías calles de Abrera. Frías de frío. Porque acostumbrado al clima tropical de Barcelona, el clima de Abrera me pareció polar. Mi Bruja, la Anfitriona y yo mismo andábamos hacia nuestro destino, que contado así queda como muy contundente, casi épico. La realidad era otra. Íbamos a casa de alguien que no conocíamos (bueno, Petra sí, pero como a Petra la acabábamos de conocer, no cuenta) a pedirle una mañana entera su cocina para rodar un cortometraje de bajo presupuesto. Era algo inaudito para mi persona. Supongo que se me pasará, pensé. Pero debo confesar que estaba nervioso.

Nunca olvidaré cuando nuestra Anfitriona, después de abrir la puerta de aquella nueva y desconocida (para nosotros) casa con llave, preguntó a su Cuñada desde la entrada: Traigo a unos amigos, ¿podemos subir? Y su Cuñada, desde el piso de arriba, preguntó en tono irónico: ¿Hay algún discapacitado? No, respondió Petra. Pues entonces que suban, se volvió a oír desde arriba. Éramos bienvenidos.

La Cuñada era igual de encantadora que nuestra Anfitriona. Lo gracioso del caso fue que, cuando le hablamos de rodar en su cocina una película, puso cara de susto al entender que Ulises estaba metido hasta las cejas en el proyecto. Petra, entre risas, le dijo: tranquila Cuñada, que no es porno. Yo no daba crédito a nada de lo que iba sucediendo a mi alrededor. Aquello daba para escribir un cortometraje surrealista que hubiera provocado insomnio a Woody Allen durante una semana. Por lo menos…

Aunque nuestra Anfitriona nos había presentado, creo que la Cuñada me confundió con Almodóvar, por las canas que me han salido persiguiendo al equipo, y nos mostró su cocina con entusiasmo moderado. La cocina era perfecta. Grande, espaciosa, con una ventana por donde entraba luz solar, una puerta por donde entrarían mi Hermana y la Meiga, y un portón de madera impresionante por donde, bien untado de mantequilla, podría pasar sin problemas Jabba el Hut. Los muebles eran, estéticamente, geniales para nuestra película, al estilo del cuento de Ricitos de Oro; también había un horno de leña y toda una serie de complementos que ni el mejor attrezzista hubiera conseguido.

Hicimos muchas fotos. Incluso rodamos algún video para luego comentarlo, café en mano, con la Directora y Mr. Sound. La Cuñada de Petra nos dijo que podíamos ir a rodar un domingo, previo aviso. Metí la mano en el bolsillo de mi pantalón tejano y me pellizqué un huevo. Al dolerme supe que no estaba soñando. En tan sólo una mañana habíamos conseguido el 98 por ciento de la localización. Nos la había regalado el Dios del Séptimo Arte, sea cual sea su nombre. Y sin embargo, el jodido milagro sólo había hecho que empezar…

La casa de Petra

Diario de un rodaje: La localización (Capítulo I)

Algunas veces el universo se confabula para que todo salga bien. Eso nos ha sucedido con la jodida localización del escenario de nuestro cortometraje. Andábamos barajando posibilidades cuando el Protagonista me comentó que tenía una amiga que vivía en Abrera, en una casa que podía encajar con las perspectivas espacio-temporales que teníamos en mente y que no le importaba participar en el proyecto dejándonos su casa. Así que quedamos para vernos y conocernos (mi Bruja, la Anfitriona, el Protagonista y yo, como Presidente Vitalicio), y de paso fotografiar y filmar el espacio, para luego reunirnos con el resto del equipo directivo (la Directora y Mr. Sound) y decidir si era aquello lo que buscábamos o okupábamos alguna finca modernista del ensanche barcelonés.

Como la perfección no existe, salvo en el cuerpo de Elena Anaya, nuestro Protagonista tuvo un problema de última hora que no le permitió venir, hacer las presentaciones y quedarse para suavizar una situación que en principio, podía parecer un pelín forzada debido a que yo todavía no he ganado ningún Goya.

Después de un bonito paseo en coche por las carreteras comarcales cercanas a las montañas de Montserrat, al fin, preguntando, pude llegar al puto Ayuntamiento de Abrera, donde nos esperaba nuestra Anfitriona; nos presentamos como los amigos invisibles del Protagonista, guión en mano. Ella se mostró extrovertida, amable y encantada de poder participar en el proyecto. Me sentí Amenábar. Sin más dilación, nos fuimos hacia la casa en cuestión.

La casa. La CASA tenía cinco plantas. La ostia. Era casi perfecta. El dormitorio parecía que hubiera estado pintado cinco minutos antes para que nosotros rodáramos en él. Una inscripción sobre la cabecera de la cama (un fragmento de la ópera Carmen de Bizet) estaba gritándome RODAD, MALDITOS, RODAD!!! Había fantásticas escaleras para volvernos locos rodando todas las escenas en las que el Protagonista sube y baja en el cortometraje; rincones mágicos, grandes espejos, estanterías con libros y un cuarto de baño con baldosas negras que era grande y espacioso para rodar en él. Perfecto. Estaba tan impresionado que tuve que mear varias veces para que no me explotara la vejiga. Y aunque el comedor, con pinturas alegóricas al Principito, era convincente, nos enamoramos de una estancia en el cuarto piso que nuestra Anfitriona utiliza para bailar con sus colegas. Allí rodaríamos la cena, si la Directora y Mr. Sound estaban de acuerdo. De puta madre…

Antes dije que la casa era casi perfecta. Nos fallaba la cocina. Necesitábamos una cocina grande y algo rústica por motivos que no llego a entender aunque haya escrito el jodido guión. Nuestra Anfitriona se dio cuenta de que la cocina de su casa quedaba descartada. Llevaba más de media hora mostrándonos todos y cada uno de los rincones de su hogar para rodar un cortometraje sin conocernos apenas. De hecho, lo primero que nos comentó fue: No será una pelí porno, ¿no? Una vez la tranquilizamos en ese aspecto todo fue como la seda. Y entonces, retornando al tema cocina, nos dijo: Mi cuñada tiene la cocina perfecta para vuestro corto. Vamos a verla. Yo no podía creerlo. Que aquella mujer nos hubiera abierto las puertas de su casa de par en par tan amablemente y estuviera dispuesta a que una pandilla de freaks con estilo rodaran en ella era una cosa. Otra cosa muy distinta era que fuéramos a casa de otra persona que no conocíamos de nada a decirle: Buenos días, nos gustaría hacer un cortometraje en su cocina, ¿podemos? A mi me pareció una locura pero era difícil detener ya a nuestra Anfitriona, que se había puesto la chaqueta y cogido las llaves…

El gran Ulises

Diario de un rodaje: El ensayo general (capítulo II)

Como diría mi profesora de Ciencias Naturales de séptimo de EGB (creo que se llamaba Rosa, como apunte absurdo), vayamos al tema que nos ocupa. Al ensayo en sí. Lo cierto es que aunque habíamos visto al Protagonista en foto y el tío encajaba de puta madre en el perfil del personaje de nuestro cortometraje, siempre aparece ese pesimista que todos llevamos dentro pensando en todo lo malo que puede suceder a continuación. Pero esta vez no se cumplió la jodida Ley de Murphy. No hubo tostada. Ni mermelada. Nuestro Protagonista, sólo entrar, se manifestó como es: extrovertido, alocado, provocador pero ante todo nos demostró ser un tipo maravilloso, aunque estuviera vestido.

Una de las condiciones fundamentales para acceder al papel protagonista, y aquí hago un punto y aparte un tanto extraño, era salir desnudo. No se trata de un film erótico ni mucho menos; todo llegará y lo protagonizaré yo. Pero el actor principal debía salir en bolas. Ya eran cuatro los colegas que habían rechazado tocar la gloria con los dedos en el Festival de Sitges para hacerse fotos junto a Tim Burton, sólo por el hecho de mostrar su triste y peludo culo ante las cámaras. Estábamos algo jodidos y Eduardo Noriega seguía sin responder a mis correos electrónicos. Cuando nuestro Protagonista dijo que no había ningún problema, que a él ya le parecía bien salir muy desnudo, el cielo se abrió ante mis ojos. Y aunque el día del ensayo general era la primera vez que nos encontrábamos con el Protagonista, faltaron 10 segundos u otro vaso de whisky para que se quedará desnudo delante de la Telepizza (no quiero ni pensar los daños ocasionados por la onda expansiva de queso si le llega a caer sobre la pizza ese pedazo de polla). Pero para ese tema y el de mi depresión pienso dedicar un capítulo entero aparte.

Sigamos. El ensayo general fue cojonudo. De vez en cuando nos mirábamos la Directora y yo, que os recuerdo que soy el Presidente Universal de la Productora, con la misma cara que pone Sam cuando ve por primera vez a los elfos de Rivendel. El Protagonista y la Meiga consiguieron que saltaran chispas entre ellos mientras el Ingeniero andaba presto con el extintor; mi Bruja y el Tenor, como poseídos por la electricidad del momento, funcionaron como sendos relojes suizos sin necesidad de correa. Serían ya las diez cuando ensayamos el grito final (afortunadamente, la Directora había avisado a su vecino). El Protagonista acabó en el suelo extasiado mientras el resto flipábamos en los colores básicos de un parchís de toda la vida. Aquél cabronazo era muy bueno.

El resto de la velada fue una entrañable cena rápida. Nadie se desnudó entre porción de pizza y tragos de cerveza, lo cual hizo la digestión más placentera; y creo que a todos nos quedó la sensación de que aquello iba a funcionar, a pesar de que el pesimista que llevo dentro me repetía una y otra vez: Titanic, Titanic, Titanic...

La despedida volvió a ser una bonita historia de besos y más abrazos que hubiera hecho llorar de envidia a los Teletubbies. El ensayo general acabó cuando nos acompañaron a casa en coche el Protagonista y el Tenor; él todavía no lo sabía pero acababa de ganarse el puto papel de Protagonista. Y como dijo la Directora, mearnos en la piscina de Tim Burton (lo del Planeta de los Simios merece ser vengado de alguna manera) estaba cada vez más cerca...

Mis brujas

Diario de un rodaje: El ensayo general (capítulo I)

Llegamos puntuales a casa de la Directora. Llamamos a la puerta. Nos abre con una sonrisa porque somos sus amigos o somos los primeros. Mi pareja, en calidad de actriz que se tira al Presidente, y yo, como Presidente Vitalicio, la saludamos. Manda huevos. Los primeros. Mejor. Hay nervios. Para qué negarlo. Nuestro primer gran encuentro grupal. Nuestro primer contacto con el actor protagonista. La Directora nos invita a cervezas y yo jamás le hago un feo a una dama; me bebo dos. Mi móvil suena. Una de las actrices no puede venir. Tiene una reunión de trabajo. Dice que lo siente. Se salva de no ser despedida porque no la tengo contratada y porque es mi hermana. Y la familia es sagrada.

De momento la gente llega con más retraso del que mi sistema nervioso se merece. Menos mal de la excelente compañía. Es una buena cerveza, no nos vamos a engañar. Llaman de nuevo a la puerta, pero esta vez no soy yo, y la Directora abre a otra de las actrices, la Meiga. Dos besos por aquí, dos besos por allá, siento el retraso y me siento a beber. Nos miramos con cara de conocernos porque nos conocemos. Al que no conocemos es al Protagonista. Suena mi móvil. Es él. Hola, estoy en el coche buscando aparcamiento. Vengo con un amigo, ¿algún problema?

No, mientras no traiga mucha hambre, pienso mientras pregunto: ¿Qué hay para cenar? Pizzas, me responde la Directora. Oye, tráete al equipo de baloncesto de Los Lakers, si quieres. Hay pizza y vamos a escote, respondo mirándole el mismo a la actriz recién llegada. Más espera. Mientras tratan de aparcar el coche cerca de casa, toda mi vida me pasa por delante. La moda de los 70 me parece ridícula. ¿Cómo podía mi madre vestirme así? Justo cuando entro en el túnel de luz, llaman a la puerta otra vez. Por fin. Y aparecen nuestro Protagonista y su colega. Los tíos vienen vestidos impecablemente, con sendos abrigos negros hasta los pies. Huelen muy bien, los cabrones. Estoy impresionado pero lo disimulo imitando a Woody Allen. Hacemos todo un ritual de presentaciones, besos y abrazos que para cualquiera del Opus podría parecer el inicio de una orgía. Pero seguimos vestidos. De momento…

Hablamos del cortometraje, del cine, del canto y del mundo del arte en general. El amigo del Protagonista es Tenor y está cantando en el Liceu. Como yo pensaba que el Liceu se había quemado no me impresiona demasiado, salvo al comprobar con curiosidad que no viene manchado de ceniza. Un nuevo ruido rompe el clima de romanticismo que estábamos creando. La puerta se abre sin que nadie haya llamado y aparece mi amigo Ingeniero, pareja de la Directora y Amo del Calabozo. Ya estamos todos. Bueno, casi. Otra vez presentaciones y seguimos sin ensayar ni una puta línea del guión. Por fin ponemos orden y sentamos a todos junto a la mesa, porque la jodida escena que hay que ensayar sucede alrededor de una mesa.

El Tenor se ofrece a sustituir a mi hermana a pesar de que no se parecen en nada. Lo hace de puta madre. Le ofrezco el papel pero me dice que debe volver a los Estados Unidos cuando termine de cantar en el Liceu. El Ingeniero ata cabos y comenta como quién no quiere la cosa: Eres tenor, cantas en el Liceu, vives en Estados Unidos… y ¿te vas a comer una jodida Telepizza con nosotros? El Tenor es de puta madre y responde: Tranquilos, colegas… soy de Carabanchel.

El primer cartel